La sensación de los recuerdos
Qué curiosa es la fragilidad de la mente, pues guarda recuerdos tan en lo profundo que silenciosamente se van haciendo borrosos. Van rozando esa delgadísima línea, casi llegando al olvido, hasta que de repente algún detalle repentino los tira para afuera nuevamente.
Memorias que cada vez son más genéricas, van perdiendo los detalles, los colores, los sonidos y terminan siendo eventualmente solo una sensación, como un dejavú que no te permite asegurar que lo que recuerdas es realmente lo vivido o una mala jugada por cuestiones químicas del cerebro. Me pasa con muchos de mis recuerdos, son más un sentimiento de ese momento que la remembranza de la vivencia como tal.
Sumidos en la cotidianidad, en las angustias del día a días, en el estrés del trabajo y las cuestiones políticas, en el apuro de ir y venir de todos lados; la memoria equivocadamente coloca ciertos recuerdos en la carpeta de "no importantes", como decían en una serie muy divertida que vi recientemente. Momentos esenciales de nuestras vidas pasan a un plano tan poco presente, que pasan desapercibidos durante meses y hasta años.
Y de repente, un "disparador" trae de vuelta ese recuerdo recóndito que te da un bofetón en la cara y te hiere en lo más profundo del alma con el puñal de la culpa por haber olvidado. Y vuelves a ver y sentir a través de tus ojos, casi como cuando vemos una película, esos recuerdos tan vívidos, como si hubiese sido ayer que eran tu presente. Como si hace poco esas personas que hoy ya no están, se encontraban construyendo memorias junto a ti.
Qué frágil y maravillosa es la memoria, que pierde definición de sonido, pero a la vez puede evocarte un set completo de recuerdos con tan solo un ligero aroma. Hay voces que quisiera recordar y que por más esfuerzo que haga me es imposible reproducirlas en mi cabeza. Recuerdo sus características, el volumen, la suavidad, lo melodiosas y reconfortantes que eran, pero no logro consolidarlas como un sonido real. Y me abruma, me entristece y me genera una gran frustración, a veces hasta las lágrimas, el no haber sido más precavida de guardar videitos y grabaciones de ellos.
Lastimosamente, cuando pierdes a un ser querido en una larga y dolorosa despedida, los recuerdos más recientes suelen ser de esos momentos tan difíciles de sobrellevar, y es casi inevitable que al pensar en aquellas personas, vuelvan con esos pensamientos los recuerdos de esos días grises y del adiós final. El vacío en el pecho y nuevamente la negación de la pérdida, el sentir una vez más que su ausencia no es real, sino un mal sueño.
Los recuerdos más felices, por otro lado, son más lejanos y mucho más difíciles de traer de vuelta. Los pensamos con mucho esfuerzo y a veces hasta modificamos o adornamos involuntariamente ciertos detalles.
Qué curiosa la manera en que dejamos de hablar de los que ya no están, cómo lentamente dejan de ser parte de nuestros días, de nuestras conversaciones y de nuestros pensamientos. Se siente tan mal que sea así, pero no creo que realmente sea algo malo, simplemente así funcionamos, creamos bloqueos mentales que nos ayuden a pasar desapercibidas las ausencias que duelen.
Quisiera tener una especie de cuenta cuentos, con todos los recuerdos recopilados en una playlist, para ponerle "play" y escucharlos uno que otro día, mientras trabajo y hago mis quehaceres de la casa. Sentirlos vivos en anécdotas, imaginándolos haciendo cada cosa; como cuando lees un libro después de ver la peli, imaginas escenarios, pero ya tienes grabado el rostro particular del personaje.
Ya me veo, sonriendo mientras escucho en mi playlist sus ocurrencias, recordando algunas muecas, caricias y también risas.

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Siempre sabes como sacarme una lágrima, y a la vez, calentarme mi corazoncito.
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