La magia no es de los santos
Sueños…, he tenido millones
durante mi vida, a pesar de que duermo ligero. La mayoría de ellos son bastante
realistas, casi siempre un reflejo de mis temores en ese momento, y en su
mayoría referentes a mis relaciones personales. A veces son tan reales que me
han generado malestar incluso luego de despertar y me he quedado enojada sin
razón con las personas con quienes tuve conflicto dentro del sueño. Luego me
doy cuenta de que es ridículo y lo olvido, pero de alguna forma siempre he
sentido que los sueños son un poco predictivos.
No tengo memoria de la mayoría de
mis sueños, pero hay uno en especial que tuve dos veces en mi infancia,
exactamente el mismo sueño, y que hasta el día de hoy lo recuerdo con total
claridad. Realmente ahora que lo he analizado cientos de veces, creo que fue
como una predicción de lo que he tenido que enfrentar en relación a una persona
muy importante y lo que representa para mí. Así que les voy a relatar el sueño
a modo de cuento corto, y a lo mejor contándoles logro finalmente dejarlo ir.
……….
Era un 31 de diciembre de mil
novecientos noventa y algo, considero que yo tenía aproximadamente entre siete
y nueve años, pero no lo sé con exactitud. Vivíamos en la casa de mis abuelos
maternos, una enorme casa de 3 pisos con un montón de cuartos. Desde que tengo
memoria, cada 31 de diciembre mis abuelos ofrecían una gran fiesta para toda la
familia y amigos, a la que estaban invitadas también las familias de sus yernos.
Considero que esa era su manera de evitar que sus hijas y nietos se fueran a
pasar el fin de año en otro lugar. En todo caso, estoy segura de que todos iban
de muy buena gana y no envidiaban ninguna otra fiesta en ese día.
Mis abuelos siempre fueron
excelentes anfitriones y su enorme casa con dos salas, dos comedores e
incontables baños daba la oportunidad de festejar el año nuevo como todos
esperan. Cada año, según mi memoria, la fiesta era de disfraces. Algunos eran
bastante comunes y otros extremadamente excéntricos, al menos ante los ojos de
una pequeña niña que está empezando a descubrir y entender el mundo. En todo
caso, nunca me había generado miedo el participar de esa fiesta, hasta ese día,
cuando me vi repentinamente sola, sin mi escudo de protección, sin mi ángel
guardián, mi mamá.
Una sensación de pánico empezó a
recorrer desde mis talones hasta la parte superior de mi nuca y empecé a
paralizarme. Y fue en ese momento en que supe que ella venía por mí. No, no mi
mamá, sino la bruja, una horrible bruja malvada que se llevaba a los niños
cuando estaban solos y débiles por el miedo. Ella podía olerlo a cientos de
kilómetros, y en cuanto percibió el mío emprendió a toda velocidad el viaje
hacia mí. Su táctica era precisa, te
hacía saber a través de la mente que ella iba en camino, de esa manera crecía
tu miedo y ella podía guiarse mejor hacia donde te encontrabas.
Envuelta en terror yo miraba de un
lado a otro, siempre hacia arriba por mi corta estatura, tratando de distinguir
entre toda esa gente una cara conocida que me pudiera guiar hasta mi mamá. Pero
era imposible, todas las personas tenían máscaras tétricas y oscuras, y no
podría decirles si fue el miedo que me hizo verlas así, o si realmente ese año
todos decidieron rehusar sus disfraces de Halloween. De cualquier forma, empecé
a preguntar a la gente si habían visto a mi mamá, pero la mayoría ni me miraba.
Admito que siempre he tenido problemas con el volumen de mi voz, hablo muy
bajito por vergüenza y timidez, y en esa ocasión no fue diferente, sobre todo
porque no tenía idea de a quiénes les estaba hablando. Unas pocas caras
enmascaradas que lograron escuchaban me miraron por unos segundos y luego me
ignoraron.
Mientras tanto, la bruja malvada viajaba a toda velocidad en su bus/laboratorio,
lleno de pociones burbujeantes de colores fosforescentes, que emanaban una
especie de humo o bruma. Era como un bus escolar grande, pero en el interior,
en lugar de asientos estaba adecuado tal cual un laboratorio de química, con
tubos de ensayo y frascos de vidrio, algunos contenían animales muertos y
especímenes raros que no sabría reconocer. Había telarañas en las esquinas y
miles de alimañas que deambulaban por todo lado. La bruja iba preparando
encantamientos y mezclando pociones mientras me decía con su mente que venía
por mí.
Busqué por toda la casa, en los 3
pisos, en la cocina, en el patio y no encontré a mi mamá. No lograba recordar
si llevaba disfraz y cuál era, pero sabía con certeza que ella era la única que
podía defenderme. Sentí de pronto un palpitar en el pecho y supe entonces que la
bruja había llegado. Sin pensarlo dos veces corrí al cuarto de mis abuelos y me
metí bajo la cama. Extrañamente ese era el único cuarto en el que no había
nadie, estaba completamente abierto y con las luces prendidas, pero nadie había
invadido ese espacio como lo hicieron en el resto de la casa. Cinco segundos
más tarde vi a la bruja subir las gradas y llegar hasta el umbral de la puerta,
desde donde me miró directamente a los ojos con malicia y satisfacción, ella
sabía que no tenía escapatoria, y yo también.
Sin embargo, cuando quiso cruzar
el umbral de la puerta algo la detuvo, lo intentó de nuevo y de un golpe rebotó
hacia atrás, como si alguien hubiera colocado un campo de fuerza invisible o un
vidrio, para impedir que llegara a mí. Me miró fijamente a los ojos, con los
suyos casi desorbitados de la furia y yo no pude contener la risa. La bruja
miró bruscamente hacia un costado de la cama donde mi abuela tenía un mueble de
repisas con varias imágenes y estatuas de santos, cruces y rosarios, y con
resopló con resignación. Sabía que una fuerza superior le impedía entrar y al
ver el altar desistió. Me miró nuevamente a los ojos y con su mente me dijo que
volvería por mí, se dio vuelta y se fue.
Yo suspiré aliviada y nerviosa,
pero finalmente en calma porque sabía que, a pesar de la amenaza de la bruja
con volver, eso no pasaría jamás. Entendí entonces que no fue una fuerza divina
la que me salvó, no fueron los santos, ni las cruces en el altar de mi abuela.
Fue la fortaleza que no sabía que tenía en mí y que en el momento preciso optó
por salir y ayudarme a vencer el miedo que me iba a hacer desaparecer. Entendí
que mi mamá no estaba conmigo físicamente pero sí en todo lo que soy, en todo
lo que he aprendido. Que, si ella podía enfrentar a la bruja para salvarme y yo
soy el reflejo de mi madre, de todo lo que me enseñó, entonces yo también podía
salvarme a mí.
Desde ese día lucho de frente con
el miedo, no le huyo, no me escondo, porque tengo corriendo por mis venas el
legado de fortaleza y valor que mi mamá me dejó. Y así mismo sucedió años después
de aquel sueño, cuando ella realmente partió dejando su forma material. Creo
que el sueño predijo de alguna forma lo que viviría más adelante, y me mostró
que todo estaría bien. Me tomó muchos años entenderlo, cientos de veces conté
el sueño a amigos y familiares como una historia de fantasía extraña que tuve
alguna vez, pero siempre me pregunté por qué se empeñaba tanto mi memoria en
tenerlo presente con tanta claridad. Hoy finalmente lo comprendo y con este
escrito lo libero como una historia más que queda plasmada en palabras, que
sean leídas o no ahí estarán, ya sin picar mi memoria, porque hoy las estoy
dejando ir.
ACS.


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