Y qué sé yo de la vida



Qué sé yo de la vida, si la mía ha transcurrido durante varios años entre las olas de un tormentoso mar. En la orilla parecía una partida calma, pero a medida que me fui adentrando el azote de la marea ha ido desarmando, sin perdón, lo que yo acomodo sobre cubierta en cada segundo de paz. Y qué sabría de la vida alguien que ha debido aprender a reconocer el momento exacto para izar las velas para poder avanzar un poquito más sin arriesgar a la tripulación.

Y qué sé yo de la vida, si en mi travesía no ha habido cabida para las historias románticas de los cuentos de hadas, sino más bien para las más reales y crudas pruebas de perdón y lealtad, con llanto y arrepentimiento, pero también con una profunda sinceridad. Qué sabría de la vida, si mi alma gemela no es un semi-dios con fabulosos poderes, sino un compañero humilde y de corazón noble, que no me ha soltado la mano incluso cuando las olas más grandes nos han intentado hundir.

Qué sé yo de la vida, si el frío y la lluvia de la tempestad fueron cerrando los ojos de mi gente frente a los míos, hasta hacerlos desaparecer entre la niebla, cuando yo aún los necesitaba conmigo. Y qué podría saber de la vida alguien que amanece extrañando cada día, con un agujero en el pecho como una luna llena y un poco desorientada de las cosas más simples de la vida, esas que debían enseñarle aquellos que se fueron entes de tiempo.

Qué sé yo de la vida, si enfrento todos los días al miedo de que el mismo frío se lleve a otro de los míos o incluso me lleve a mí. Qué puedo saber de la vida yo, que por miedo no he hecho de mi cuerpo un templo de vida y me rodea la incertidumbre, con el tiempo en contra, de saber si ese es mi irrefutable destino.

Y qué se yo de la vida, si la marea me trajo hijos a los que, sin ser míos, he debido dar calor y algo de comer hasta que pudieran armar su bote y zarpar por su cuenta. Pero qué podría saber yo de la vida, si aun cuando debo sostenerme yo en el meneo de las olas, me invade el deseo de lanzarme y sostenerlos a ellos primero. Porque no me perdonaría el perderles sin haberles dado todo.

Qué sé yo de la vida, si en lugar de aventurarme sola por el mundo me quedo quieta en una misma corriente, en vigilia por quienes quiero vivir y morir. Y qué puedo saber de la vida, si vivo rodeada de la misma gente que, aunque van en diferentes barcas se acercan en ciertos momentos del camino y me aprovisionan de aliento y me alimentan de cariño.

Y qué sé yo de esta loca vida, si a pesar de que las malintencionadas olas me siguen golpeando todos los días, yo sigo aferrada al mástil, con los brazos entumecidos pero firmes, cantándole melodías al mar para ver si en mi voz encuentro calma, y esperando ver al fin tierra firme donde pueda desembarcar y responder a mis dudas. Pero, si pienso mejor por un momento, no me disgusta del todo el no saber nada de la vida, prefiero ir descubriéndola, porque así no me como cuentos, más que los que yo misma me cuento, cada noche, bajo las deslumbrantes estrellas que me miran, antes de empezar a soñar.

Comentarios

  1. Siempre me gusta lo que escribes ya lo sabes pero de todas creo que esta ha sido una de mis favoritas

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares